Desde Bukowski, Carver, etc... Pensamientos borrachos, enloquecidos, atrapados en una sociedad cuyos valores les asquean.
Esto es un simple gesto de brindarle una copa al demonio y rascarse las tripas revueltas; y a la mierda con el mundo de mentirosos y amantes, de patriotas y comerciantes, de padres de familia y padres del conocimiento, de la esperanza, la visión, la seguridad, la luz de neón y, bueno, todo eso.
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sobre las ciudades; esas metrópolis monstruosas... No volví, No volveré, ...
Las ciudades están hechas para matar a la gente.
El mundo nos convierte a todos en locos.
Encerrar a los locos... pero, ¿quién está loco?... Encerrar a los locos cuando cincuenta y nueve de cada sesenta hombres que encuentras en la calle están chiflados, con neurosis industriales y esposas y peleas y no tienen tiempo para pararse un rato y pensar donde están y porqué y cuando el dinero que les ha mantenido en marcha y ciegos tantísimo tiempo, cuando eso ya no sirva entonces ¿Qué vamos a hacer?
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Los ComeCocos... Todo menos la Verdad
* Sobre bukowski, las masas, la multitud y la humanidad...
https://ciudadseva.com/autor/charles-bukowski/poemas/
Nota sobre la construcción de las masas
[Poema - Texto completo.]
Charles BukowskiAlguna gente es joven y nada más
https://centros.edu.xunta.es/iesgamallofierros/webantiga/web_filo/bukowski.htmSantiago Sanjurjo Díaz 1º Bac Texto base "Cogí mi botella y me fui al dormitorio. Me quité los calzones y me eché en la cama. Nada estaba en armonía. La gente sólo abrazaba a ciegas lo que se le pusiese delante: comunismo, comida natural, zen, surfing, ballet, hipnotismo, terapia de grupo, orgías, paseos en bicicleta, hierbas, catolicismo, adelgazamiento, viajes, psicodelia, vegetarianismo, la India, pintar, escribir, esculpir, componer, conducir, yoga, copular, apostar, beber, andar por ahí, yogurt helado, Beethoven, Bach, Buda, Cristo, jugo de zanahoria, suicidio, trajes hechos a mano, viajes en jet, Nueva York, y de repente todo ello se evaporaba y se perdía. La gente tenía que encontrar cosas que hacer mientras esperaba la muerte. Supongo que está bien poder elegir." Reflexiones El anterior párrafo perteneciente a la novela Mujeres del escritor norteamericano Charles Bukowski ilustra perfectamente algunos de los aspectos más importantes de la sociedad occidental e invoca a uno de sus principales fantasmas, común no solo con otras culturas sino a toda la humanidad: la muerte. Bukowski, que fue, antes de escritor (maldito, por cierto), un gran observador, se ha dado cuenta de que todo lo que mueve al ser humano está motivado por la inevitable presencia de la muerte. Tradicionalmente se afirma que el hombre es el único ser vivo consciente de su desaparición y esto condiciona su existencia. Este hecho mueve a reflexionar y a filosofar sobre prácticamente todo. "¡Qué cosa tan rara y terrible, tan peligrosa, tan incomprensible, pero sobre todo qué cosa tan irremediablemente personal", dice Fernando Savater, acertando al caracterizar a la muerte como algo relativo a la conciencia. Ser consciente de la desaparición de uno mismo es un pensamiento difícil de asimilar y, cuando ya se tiene comprendido, produce una sensación de angustia y, sobre todo, de duda. El ser humano busca siempre respuestas a todas sus preguntas y la muerte no es un problema que ofrezca muchas soluciones. Entonces aquí aparece una cuestión importante: frente a esta necesidad imperiosa de aferrarse a algo que sirva de sujección ante la muerte, ¿cómo respondemos? Ya desde la prehistoria esta cuestión busca respuesta y la encuentra en la creación de los mitos (o religiones, que además del mito, incorporan un variado cuerpo de acción ante todo tipo de circunstancias vitales, sociales, …). Son una solución ideal puesto que tapan el hueco dejado por la angustia y otorgan a los núcleos de poder (véanse los protosacerdotes o jefes en películas como En busca del fuego) un medio de control sobre el resto de la tribu o sociedad, ya que el miedo es uno de los principales instintos del ser humano (ya sea representado por el racismo, la violencia, la guerra… que lo tienen como base innegable), por ser un pilar imprescindible del instinto de supervivencia, y el que controle el miedo de la gente, la controla. Este puede ser el esquema básico de la aparición de las creencias religiosas en el ser humano. Durante todo nuestro devenir histórico, este modelo ha sufrido variaciones superficiales, manteniéndose intacta la substancia. Pero todo cambia y llega un momento en el que, por unas razones u otras (tal vez de evolución o simplemente de cambio de contexto histórico o cultural, o simplemente por los avances científicos, que ponían en tela de juicio gran parte de la base mítica de las creencias), las religiones han comenzado a perder su fuerza. En el siglo XIX, Friedrich Nietzsche enunció su famosa sentencia "Dios ha muerto" que ilustra el cambio del que venimos hablando. Este filósofo alemán entendió el desmantelamiento de la religión (en concreto el cristianismo) como un paso importante en su disección a martillazos de la cultura occidental (realizada en otros campos por Freud y Marx e incluso Darwin). Llegado este punto volvemos al comienzo, a la prehistoria. La presencia de la muerte como motivo de angustia en el ser humano se encuentra de nuevo sin solución, ¿a qué recurrimos? Pues bien, aquí la respuesta nos la da a la perfección el señor Bukowski: "La gente sólo abrazaba a ciegas lo que se le pusiese delante". ¿Y qué es lo que se pone delante? Pues toda esa retahíla de variopintos elementos tan propios de la cultura occidental, aunque algunos tengan origen foráneo, puesto que gracias a la globalización el zen, el budismo y demás tendencias ajenas a occidente ya forman parte de él (sería un error pensar que algo que viene de fuera no llegará jamás a fusionarse con lo nuestro, por muy lejanas que estén sus raíces). En la enumeración que aparece en el susodicho fragmento, podemos hacer una clasificación más o menos exacta y homogénea en unos grupos como son: religiones (que Nietzsche haya desmontado la religión no quiere decir que ésta haya desaparecido del acervo cultural. Nada más gráfico que echarle un vistazo a las estadísticas que indican que en España, un 90% de la población se considera cristiano), aficiones (los tradicionales "hobbies"), mitos (al igual que las religiones, los referentes universales no se han perdido, al contrario: estamos viviendo un resurgir de las figuras míticas, creadas en laboratorio y catapultadas por los medios de comunicación de masas, directamente al corazón –o cerebro– del "necesitado"), drogas (los mitos siempre tuvieron un ritual, ávido de brebajes y celebraciones pantomímicas, del que hoy buscan sustituto en las actuales adicciones y vicios, y todo su mundo afin), arte (una mente entretenida, consagrada a la sublimación –el gran compositor Shostakovich– y a la catarsis –Fernando Arrabal y su teatro Pánico– siempre obtuvo tranquilidad e incluso redención, que si no se consigue, no pasa nada: siempre tendremos una dosis de inmortalidad), aplacamiento de frustraciones (el ser humano casi puede ser considerado por naturaleza como disconforme con su situación -instinto de envidia, soberbia- y trata de sanarse de sus frustraciones). Bien, he aquí los parches a la herida de la muerte que el mundo actual nos ofrece. No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que la figura del poder (recordemos que los sacerdotes prehistóricos, las pitonisas de Delfos, los adivinos y druidas celtas, los curas medievales y actuales, … sólo son la versión religiosa o mística del poder), al igual que utilizó la religión tradicional para controlar a las masas, ahora también se sirve de toda esta suerte de abstracciones para manejar el rebaño. La comercialización que implican estas evasiones (o que les es implicada) es una base fundamental del capitalismo (el negocio del miedo también reportó siempre cuantiosos beneficios), medio económico en el que bucea el actual poder. Creo conveniente relacionar todo esto con el viejo mito de la caverna de Platón o, si se prefiere, su versión moderna, más plástica, más real y más plausible que se puede ver en el filme Matrix. Bukowski dice: "La gente sólo abrazaba a ciegas lo que se le pusiese delante: […]. La gente tenía que encontrar cosas que hacer mientras esperaba la muerte. Supongo que está bien poder elegir." ¿Qué son todas estas cosas, que hemos visto, clasificado y analizado anteriormente, sino las sombras que se reflejan en la pared de la caverna platónica? Prosigamos y completemos la analogía. La humanidad vive atada por las piernas y el cuello (alienación, en su concepción marxista) en el interior de la caverna (contexto histórico, político y socioeconómico actual), viendo sombras (métodos de evasión de la muerte y de los demás miedos o, para cubrirlo todo, la totalidad de satisfacciones a las necesidades innatas o artificiales al género humano), proyectadas por el fuego (medios de comunicación o todos aquellos instrumentos de la globalización que contribuyen a la creación de un pensamiento único o una forma de vivir única). Platón no nos lo dice (o quizás, como todo hijo de su tiempo, no quiso, no pudo o simplemente no sabía decirnos), pero el fuego no está así colocado de manera arbitraria: alguien lo ha puesto de manera intencionada para usarlo con fines propios. ¿Quién o quiénes? Una vez más encaja el rompecabezas: el poder. Es interesante señalar que el poder, que no está ejercido por fantasmas o seres sobrenaturales, sino por personas de carne y hueso, también atiende al meollo de la cuestión, el miedo a la muerte, puesto que el poder –y sus prolongaciones en la propiedad privada, acaparamiento, dominio…– es una solución como las demás a la angustia que de aquella deriva. Sigamos con el paralelismo: tanto en La república de Platón como en Matrix, alguien es liberado y deja de ver los reflejos (uno de los encandenados en el primer caso, y Neo y Morfeo en el segundo), saliendo al exterior de la caverna o del mundo digital para contemplar la esencia de la realidad, más allá de simple sombras. En el relato de Bukowski "de repente todo ello se evaporaba y se perdía". Ahora bien, en el mundo real, ¿qué es lo que sucede? Alejándonos de todo el misticismo que parezca comportar a priori, podemos afirmar que aquellos que van más allá de las sombras ven la verdad. ¿Y qué es la verdad? Yo lo entiendo como la comprensión y asimilación de nuestros miedos, nuestras preocupaciones y saber cómo enfrentarnos a ellas, aunque sea recurriendo a los métodos tradicionales pero siendo siempre conscientes de cómo los utilizamos, en qué medida nos ayudan y nos perjudican, o incluso buscar nuevos medios. Hay que valorar también el hecho de que la reflexión (filosófica), la salida de la caverna y del mundo artificial creado por computador son en sí mismos la mejor cura (recuérdese el significativo título del libro de Lou Marinoff Más Platón y menos Prozac). Como colofón, reproducimos el interesante aforismo de Nietzsche: "Los que comprenden algo en todas sus profundidade, rara vez le permanecen fieles por siempre, pues han traído esas profundidades a la claridad del día: y lo que hay en las profundidades no suele ser agradable de ver". Bibliografía Este trabajo es fruto de una serie de reflexiones elaboradas principalmente a partir de un párrafo extraído de la novela Mujeres de Charles Bukowski. Pero además ha sido relacionado con otros textos de variados autores por ser considerados afines o interesantes a la hora de crear analogías, síntesis o comparaciones. BUKOWSKI,Charles: Mujeres. Barcelona, Anagrama, 1994. HOUELLEBECQ, Michel: Plataforma. Barcelona, Anagrama, 2002. SAVATER, Fernando: Las preguntas de la vida. Barcelona, Ariel, 2000. STRATHERN, Paul: Nietzsche en 90 minutos. Madrid, Siglo Veintiuno de España Editores, 1999. Charles Bukowski y su razonamiento en torno al trabajo y las consecuencias sobre el ser humano“La esclavitud nunca fue abolida, sólo se amplió para incluir todos los colores” El trabajo forma parte indisoluble del hombre[1] desde sus primeros tiempos. A lo largo de la historia su significación ha ido cambiando según la época. En la actualidad la palabra esclavitud aparentemente parece ser un estigma erradicado. Los hechos manifiestos en la vida diaria demuestran lo contrario. Según Carlos Marx[2] – El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza… – esta afirmación hoy en día podría decirse de otra manera sin que perdiera sentido: el trabajo se ha vuelto un proceso del hombre en contra de la naturaleza y del propio hombre. Henry Charles Bukowski (Heinrich Karl Bukowski; August 16, 1920 – March 9, 1994) de origen alemán y del mismo nombre que Marx, sintió como muchos los rigores del trabajo y las consecuencias de vivir en una sociedad capitalista. Por 15 años de labor se extendió su estancia como cartero en el servicio de correos de los Estados Unidos. Una de las metas que no todos los seres humanos logramos cumplir y sobre la cual en la mayor parte de las ocasiones se anda en carrera infinita y sin pistas, constituye el tema de la autorrealización personal. La experiencia de la vida diaria y común ha demostrado que no todos los caminos para ser un hombre autorrealizado se arman del trabajo como el método más efectivo para lograrlo. Esto lo dilucidó de manera profética John Martin, publicista de Black Sparrow Press, cuando en 1969 le hiciera una proposición irrechazable a Bukowski: le pagaría 100 dólares mensuales con tal que renunciara a su trabajo y se dedicara solo a escribir. Los años llenos de excesos, desilusiones, sueños rotos, mujeres, incertidumbres y alcohol, resultaron el complemento idóneo para que Charles Bukowski se consolidara después de siete décadas como uno de los primerísimos exponentes de la literatura norteamericana. Fue aproximadamente a mediados de los 80 cuando el ya respetado autor escribió una clarividente carta sobre el trabajo y las consecuencias que producía en el ser humano. Desde el mismo inicio comienza la crítica rigurosa y sabia al respecto. No pudo encontrar una forma más genuina y exacta para describir el lugar donde pasamos la mayor parte del tiempo. Escribe Bukowski: “A veces no duele tanto recordar de dónde venimos. Y tú conoces los lugares de donde yo vengo… Lo llaman “De 9 a 5”. Sólo que nunca es de 9 a 5. En esos lugares no hay hora de comida y, de hecho, si quieres conservar tu trabajo, no sales a comer. Y está el tiempo extra, pero el tiempo extra nunca se registra correctamente en los libros, y si te quejas de eso hay otro zoquete dispuesto a tomar tu lugar” De igual manera Bukowski hace referencia a un grupo de características negativas que son distintivas en todos los seres humanos, ya sea en mayor o menor medida. Qué significa pérdida de humanidad, sino egoísmo, avaricia, irrespeto, miseria humana, supervivencia: “Lo que duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean para mantener trabajos que no quieren pero temen una alternativa peor. Pasa, simplemente, que las personas se vacían. Son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona sus ojos. La voz se afea. Y el cuerpo. El cabello. Las uñas. Los zapatos. Todo” Una de los aspectos con más relevancia dentro de la misiva y que viene a ser punto de convergencia a lo largo de toda la vida y obra de Bukowski, resulta su cuestionamiento repetido acerca del por qué las personas mantenían este comportamiento respecto al trabajo a lo largo de sus vidas: “Cuando era joven no podía creer que la gente diera su vida a cambio de esas condiciones. Ahora que soy viejo sigo sin creerlo. ¿Por qué lo hacen? ¿Por sexo? ¿Por una televisión? ¿Por un automóvil a pagos fijos? ¿Por los niños? ¿Niños que harán justo las mismas cosas? ” La experiencia y las elucubraciones que se sucedían constantes bajo los efectos del alcohol le demostraron al viejo escritor la ingenuidad de sus años mozos cuando vagaba de trabajo en trabajo tratando de hacer el mejor de los papeles. Su inocencia venía acompañada con ojos vendados. La inmadurez laboral lo convocaba a alertar de peligros fortuitos a compañeros de trabajo que andaban cinco pasos delante de él en cuanto a la real concepción del trabajo y de lo miserable q este había convertido sus vidas. “Desde siempre, cuando era bastante joven e iba de trabajo en trabajo, era suficientemente ingenuo para a veces decirle a mis compañeros: “¡Eh! El jefe podría venir en cualquier momento y echarnos, así como así, ¿no se dan cuenta?”. Ellos lo único que hacían era mirarme. Les estaba ofreciendo algo que ellos no querían hacer entrar a su mente” La agudeza con que siguió el tema del trabajo le demostró el carácter injusto, cruel y bárbaro del mismo. Había sido cómplice activo y silencioso al mismo tiempo de cómo la maquinaria laboral deshacía vidas enteras dedicadas a una causa: Los despidos son por cientos de miles y sus rostros son de sorpresa: “Estuve aquí 35 años…” “No es justo…” “No sé qué hacer…” Tal y como nos recordara Lenin en el artículo: En memoria del Conde Gueiden[3]: “El esclavo que tiene conciencia de su condición y lucha contra ella, es un revolucionario. El esclavo que no tiene conciencia de su condición y vegeta su vida silenciosa, inconsciente y apagada, ese es simplemente un esclavo. El esclavo al que se le cae la baba cuando describe satisfecho las excelencias de la esclavitud y se entusiasma ante la bondad y el buen talante de su señor, es un siervo”. Bukowski en su carta nos aclara sobre las implicaciones mentales que conlleva ser un esclavo. La ceguera moral y no visual que nos impone el sistema de relaciones sociales y la incapacidad e ineptitud que aprendemos a la perfección gracias a la condición de siervo adoptada por conveniencia. ¿Por qué no revolucionar el orden? “A los esclavos nunca se les paga tanto como para que se liberen, sino apenas lo necesario para que sobrevivan y regresen a trabajar. Yo podía verlo. ¿Por qué ellos no? Me di cuenta de que la banca del parque era igual de buena, que ser cantinero era igual de bueno. ¿Por qué no estar primero aquí antes de que me pusiera allá? ¿Por qué esperar? ” La realidad subjetiva nos pone en condiciones de elegir, al decir de Lenin, entre ser un esclavo, un siervo o un revolucionario. Por el contrario la realidad objetiva nos elimina la opción de elegir para imponernos la condición que más necesite en un momento determinado. Aceptar las circunstancias, sumarse irreflexivamente, privado de pilares morales firmes elimina poco a poco al hombre de su humanidad para convertirlo en un objeto del sistema de producción. Bukowski desde su posición fue un luchador expreso contra la hegemonía del trabajo: “Escribí con asco en contra de todo ello. Fue un alivio sacar de mi sistema toda esa mierda. Y ahora estoy aquí: un escritor profesional. Pasados los primeros 50 años, he descubierto que hay otros ascos más allá del sistema” La diatriba al trabajo realizada por Bukowski a quien lo alejara de la oficina de correos para siempre concluye con un simple testimonio de gratitud: “Así que la suerte de, finalmente, haber salido de esos lugares, sin importar cuánto tiempo tomó, me ha dado una especie de felicidad, la felicidad alegre del milagro. Escribo ahora con una mente vieja y con un cuerpo viejo, mucho tiempo después del que la mayoría creería en continuar con esto, pero dado que empecé tan tarde, me debo a mí mismo ser persistente, y cuando las palabras comiencen a fallar y tenga que recibir ayuda para subir las escaleras y no pueda distinguir un azulejo de una grapa, todavía sentiré que algo dentro de mí recordará (sin importar qué tan lejos me haya ido) cómo llegué en medio del asesinato y la confusión y la pena, hacia, al menos, una muerte generosa” [1] A partir de ahora cada vez que se mencione Hombre, se hará en el sentido genérico del término. [2] Definición que aparece en El Capital. [3] En memoria del Conde Gueiden. Obras completas, t. 16, p. 43 |
